Thiago Slater, era un joven muchacho, enamorado de la vida.
Un joven, pero a la vez, viejo amante del buen rock and roll, de la esencia de la música.
Las melodías, danzaban en su mente, y se agitaban en su delicado corazón.
Por sus venas, no circulaba sangre, sino pura euforia.
Era un adicto a la felicidad, hasta tal punto; de llegar al extremo límite, de no parar de sonreir ni un minuto al día, incluso en sus sueños nocturnos.
En sus ojos; se veía relucir el brillo característico de su mirada, de su intensa mirada. Capaz de hacerle una radiografía entera a tu personalidad, y con ella a tu corazón, con tan sólo una mirada.
Era; un pequeño mozalbete apasionado del antiguo cine, del único cine verdadero.
Aún hoy en día, oigo retumbar sus palabras en lo más profundo de mi mente:
“El cine, es como la vida misma, tan solo varía, que somos nosotros, los que tomamos la decisión de cuales serán las siguientes escenas, y no la propia vida misma”
Jamás he conocido a alguien tan entusiasta respecto a la literatura como él. Él era el puro amante de la buena lectura por definición.
Se pasaba los días, y las noches, de insomnio (en su mayoría) bajo una casta y pura luna, o tal vez, en un sueño mismo, recitando sus más selectos poemas, las más exquisitas citas, o quizás incluso, trozos de sus propias y embriagadoras melodías.
Cantaba a la luna, a las olas del mar, al cielo diurno y nocturno, al cielo que hay; y el por haber, a las más ignotas estrellas, al repentino viento, a los gratificantes y más insignificantes rayos de sol. Cantaba al horizonte, y a cada una de las hojas de los árboles que pueblan el mundo entero.
Y es que, es sabido ya, que el encantador (y con ello; quiero decir, que, con sus cantos, logra encantar hasta al más arisco personaje) era, es, y será siempre, un enamorado de la vida, aunque cesen los latidos de su estimado corazón, e incluso aunque la euforia, deje de circular, por siempre, en su cuerpecito de hombre atrapado y retenido en el cascarón.
Su sueño, era vivir, como buen soñador que él era…
Pero la ingrata vida, no ha dejado que sea igual de vividor, como soñador era…