miércoles, 31 de agosto de 2011

BLOOD



Noto sus acelerados latidos en la palma de mi mano. Sostengo entre mis manos su vida, su corazón.
Lo miro una y otra vez, y por mucho que me esfuerzo, no logro ver nada más allá de mis ojos.
Busco en mí, los sentimientos que algún día le concedí.
Rebusco en mis entrañas, los recuerdos de un lugar lejano. De un tiempo pasado, un tiempo desechado.

Él está desfallecido en la esquina de la habitación, sumido en las tinieblas.
La ventana se abre de par en par. El aire, fresco y puro de la noche, entra en la habitación.
A su paso, folios, cartas y bocetos, se enfrentan unos a otros, dando paso a hojas secas, y perfumados pétalos.

En la oscuridad, reluce el puñal, que entre mis manos se mece.
Un brillo de maldad, ilumina mi mirada.

No puedo sostener más entre mis manos, rozando mi piel; junto a mi cuerpo, este órgano palpitante.
Tan sólo verlo me produce fuertes náuseas. Necesito depositarlo, sobre el amplio buró de roble.

Tras los cristales, ocultada, diviso la luna, testigo de esta ruptura.

Cierro los párpados, respiro profunda y relajadamente, y libero mi alma…
Alzo con decisión mis manos, como danza a los espíritus… y hundo mi daga, en sus entrañas.

Retiro el arma de su ya marchito corazón, pero algo atrae mi atención y mis sentidos.  Gotas de sangre, deslizándose desde la empuñadora hacia mi piel, su sangre sobre mi sangre…

Un impulso domina mis sentidos, atraigo el profanado y afilado utensilio hacia mi rostro, hasta sentir el filo goteando por mi piel, deslizándose hacia mi cuello…
Mis labios tintados de rojo pasión, piden más, necesito más. ¡Quiero más!
Deslizo mi lengua por el filo, hasta que las oscuras manchas desaparecen.



Me reconforta hacerlo, mi pulso se dispara, mi corazón enloquece…
 Abro una pequeña hendidura en la punta de mi lengua, y dejo que las dos sangres se junten otra vez, doy paso a la lujuria.

Despliego lentamente los párpados, mientras asimilo lo sucedido.

Algo en mí ha cambiado, mis sentimientos han cambiado…

Despliego lentamente, los dedos de mi mano, consciente de mi error, y dejo caer al suelo, la daga, causante de mi horror.

Me arrepiento de lo que he hecho, ahora deseo más que nunca su sangre, su piel, todo su cuerpo…

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