martes, 30 de agosto de 2011

Soledad.


Busco entre las sombras, de este oscuro bosque que me tiene prisionera. No hay nadie que me pueda ayudar, estoy sola, perdida. El aire es frío, cortante. Oigo como se contonean la infinidad de hojas, al vaivén del viento. Era como si los árboles, se cogieran unos a otros de la mano, para realizar una extraña danza a la naturaleza.
Me mareo, busco y busco pero no lo encuentro. No está, se ha marchado.
 No lo entiendo. ¿Por qué me abandona de esta forma?
 Me entra el pánico, empiezo a correr sin sentido. Pues no tengo una dirección  que seguir. Miro una y otra vez atrás, pero no está allí. 
De repente, tropiezo con una piedra, cubierta totalmente por una fina capa de musgo, que para mí,  pasaba desapercibida.
 Al caer me golpeo la cabeza. Estoy tendida en el suelo.
Me toco suavemente la  cabeza, y lo que noto al tacto no me gusta nada.
 Me acerco los dedos índice y pulgar a los ojos, para poder vislumbrar algo entre la penumbra. Y a duras penas logro ver mis dedos recubiertos de esa sustancia roja viscosa tan particular.
Vuelvo a tocar mi cabello, y esta vez me encuentro la mano empapada. Me estoy empezando a marear, cada vez estoy más fría.
 Intento incorporarme pero no soy capaz. Mi cuerpo adquiere un peso muerto, y me tumbo sobre el musgo nuevamente, comienzan a pesarme los párpados…

No hay comentarios:

Publicar un comentario