martes, 30 de agosto de 2011

Reflexión.





Soñamos con formar familias, soñamos con ver crecer a nuestros hijos, pero ni por asomo nos imaginamos que ellos no lo podrán hacer.
Nos despreocupamos de todo, nos volvemos egocéntricos, solo nos preocupa el dinero nos volvemos avaros, y nos olvidamos de lo que verdaderamente importa. Dejamos atrás nuestros principios como personas que somos y descuidamos nuestro planeta. Si seguimos con este ritmo, se nos va a venir todo encima. Cuando queramos hacer algo, plantear soluciones y ponerlas en práctica, será demasiado tarde, todo estará ya decidido, la situación habrá tomado un rumbo escandaloso.
Luego vendrán los arrepentimientos.
La resignación para aquellos que desde el principio se dieron cuenta, e hicieron todo lo posible para evitarlo.
 La histeria para otros, esos que sus ojos siempre han estado tapados por un velo, el velo de la avaricia, que no les dejaba ver la realidad.
Poco a poco nos vamos acercando a una situación indeseada; en este planeta ya reina el descontrol, tanto que tenemos y no sabemos ni usarlo.
Tendríamos que sentirnos agradecidos, por tener tan buen lugar donde vivir; deberíamos agradecérselo al planeta cuidándolo y siendo verdaderamente felices.
Ese será el destino, ese será el lugar en el que tendrán que sobrevivir nuestros descendientes, eso, si aun existe este planeta.
Nunca es tarde para quitarse el velo de los ojos, tirarlo al suelo y despedirse de él.
Estamos a tiempo de frenar tan caótica situación, si nos lo proponemos con el tiempo ya no quedará ni rastro de lo que podría haber sucedido. Pero para que ocurra debemos actuar todos lo antes posible.

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